La de Antonio Garrigues Walker es una historia fuera de lo común, casi siempre muy cercana a los centros de decisión políticos y económicos, y de mucho trabajo. Heredero de una saga de grandes juristas y personajes relevantes en la vida pública y política española, se crió en un ambiente liberal, intelectual y culto: su madre, estadounidense, y su padre, abogado de prestigio, ministro de Justicia en los años setenta y diplomático en Washington y el Vaticano, dieron forma a una estirpe familiar que llegó a equipararse con el clan Kennedy, con el que, además, les unía una buena amistad.
Tras abandonar una inicial vocación futbolística —quiso ficharlo el Atlético de Madrid—, el joven Garrigues Walker tomó las riendas del despacho familiar, que tripulaban por aquel entonces su padre y su tío Joaquín, y lo convirtió en la puerta de entrada de las empresas norteamericanas en España. Profundamente liberal, en los ochenta, siguiendo los pasos de su hermano Joaquín, inició un coqueteo con la política que culminó con la formación del Partido Demócrata Liberal y, posteriormente, con la Operación Reformista, junto a Miquel Roca y Florentino Pérez.
Ha seguido trabajando incansablemente desde entonces, en el bufete y en muchos otros ámbitos —es miembro de la Comisión Trilateral y pertenece a incontables organizaciones y fundaciones, como la Asociación para el Progreso de la Dirección, ACNUR o Transparencia Internacional, y es autor de más de cincuenta obras de teatro— y sólo hoy, a sus 80 años, aún en activo y tras superar un cáncer, ha aceptado mirar atrás, por una vez, para reconstruir las páginas de su intensa vida, que es también en cierta forma la historia de algunos de los acontecimientos más relevantes del siglo xx en España.