Orientalista, tibetóloga, cantante de ópera, pianista, compositora, feminista, periodista, anarquista, escritora, exploradora y budista son solo algunos de los adjetivos que describen a la francesa Alexandra David-Neel, una de las viajeras más célebres de todos los tiempos y la primera mujer europea que consiguió entrar —disfrazada de mendiga— en Lhasa, la capital del Tíbet, en una época en la que los extranjeros tenían la entrada prohibida a la ciudad santa tibetana.
Nacida en 1868, los casi 101 años de Alexandra fueron intensos y llenos de una insaciable necesidad de aventura en los que no había lugar para el papel tradicional de madre, aunque sí para un personaje central en su vida: su marido, Philippe, con quien se casó a regañadientes pero al que amó durante las cuatro décadas de su matrimonio. Independiente y viajera infatigable, su espíritu libre e inquieto la llevó a recorrer tantos países como pudo y a escribir más de cincuenta libros acerca de religiones orientales, filosofía y narraciones de sus viajes, y no dudó en renovar su pasaporte al cumplir los cien años; quizá quedaba alguna aventura por vivir.